Era una época de
amores efímeros, la juventud no sabía lo que era amor verdadero, la
consideración de belleza estaba enfocada a la superficie de sus cuerpos dejando
por fuera la verdadera hermosura del ser. Yo vivía en una soledad voluntaria,
recluido a ratos perfectos como el de deleitarme visualizando la aurora del
horizonte esperando a las arreboladas nubes de la mañana, era feliz con eso, mi
vida era sencilla, pero nuca llegue a imaginar lo que pasaría después de
haberte conocido, nuestro inicio fue una serendipia, y recordarlo es fácil como
si estuviera ocurriendo ahora mismo, el día perfecto desde al principio hasta
el final, como si todo conspirara para que así fuera, aún recuerdo que mientras
veía los efectos de la iridiscencia en las bombas de jabón a lo lejos escuche
una risa tan meliflua que me hacían sentir en el mismísimo paraíso pues sin
duda esa risa debía de ser de un ángel, de nadie más podía ser, como sonámbulo
comencé a caminar hacia ti hipnotizado por la elocuencia de tus palabras y
sometido por el efecto provocado por la limerencia a causa de tu voz, la
epifanía del momento era inefable, y cuando nuestras miradas quedaron vis a
vis, salieron chispas de cada uno de los poros de nuestros cuerpos, fue amor a
primera vista, pero tan verdadero porque al mirarnos logramos ver el alma de
cada uno y nos dimos cuenta de que debíamos estar juntos, el universo entero
así lo quería, y ante eso no podíamos hacer nada más que cooperar con los
planes que el destino tenia para nosotros dos, y fue así como inventamos el
amor, bajo la luminiscencia de la luna que se asomaba entre la ventana consumimos
el fuego de dos almas que habían esperado eternidades enteras para poder estar
juntas escribiendo así la historia de amor envidiada por los propios dioses
pues nuestra historia era una historia inefable con un único desenlace, uno en
donde el olvido no tendría jamás invitación para aparecerse pues creamos un
amor inmarcesible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario